Fue en los últimos años del siglo XVIII. Tres humildes mozos de campo, sindicados de un asesinato que no habían cometido, huyeron con rumbo al Río Grande y a las tierras lejanas de Chiquitos.
Anduvieron unas cuantas leguas cuando les sorprendió la noche, una fría y ventosa noche. Los fugitivos decidieron descansar algunas horas en un pequeño claro del monte de Asusaquí. Se dispusieron a prender fuego contra el frío y con un hacha uno de ellos dio recios golpes al más macizo de los troncos. El hachero se dio cuenta de que el golpe del hacha sobre el tronco sonaba a vacío. ¿Qué habría en el interior de aquel extraño tronco? Comenzaron a hachear vigorosamente, y con gran sorpresa vieron en el fondo del hueco una pequeña imagen de la Virgen.
Emocionados, los fugitivos decidieron llevar la imagen a su patrón, desistiendo de su fuga. Pronto la fama del milagroso hallazgo cundió por la comarca y cada día fue creciendo el número de los que iban a rendir culto a la Virgencita y pedirle sus gracias.
Una de sus devotos construyó en Cotoca la primera capilla con techo de palmas; misma que se bendijo el 15 de diciembre de 1799.
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